Los inicios de las mujeres en
el ámbito laboral se remontan al siglo XIX con la industrialización. En
principio la mano de obra era masculina, pero con el progresivo crecimiento de
la industria, la población femenina se incorporó al trabajo. Las mujeres se
vieron obligadas a compaginar las tareas domésticas con el empleo fuera de
casa.
Ya en el siglo XX, con el
advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres acabaron remplazando a
los hombres en las fábricas, ya que estos se encontraban en el frente. Esta
situación sentó un precedente: la mujer era capaz de realizar el trabajo que
hasta entonces sólo había hecho el hombre.
De forma gradual, la población
femenina ha ido sumándose al mercado laboral. Primero ocupando puestos
tradicionalmente femeninos, como maestra, secretaria, enfermera o puericultora,
hasta la situación laboral actual, en que las mujeres nos encontramos
prácticamente en todos los sectores profesionales. Hoy muchas mujeres ostentan
cargos de poder en el trabajo.
El acceso al empleo remunerado
ha supuesto para la mujer el reconocimiento de un derecho identificado en la
Constitución y la posibilidad de independencia económica con el consiguiente
refuerzo de su desarrollo personal.
Pese a ello, la segregación
del empleo sigue afectando más a las mujeres que a los hombres, ya que todavía
ciertos sectores recelan de que las mujeres ocupemos puestos de nivel alto.
Las causas que probablemente
están detrás de la decisión de no participar en el
mercado de trabajo, para las
mujeres con edades comprendidas entre 25 y 45 años, son:
- Tener hijos menores.
- El cuidado de los niños.
- Pertenecer a una familia monoparental y tener rentas bajas
- Estar enfermo o no.
- Estar casada o viuda.
- Dedicar horas no remuneradas al cuidado de los niños
- Tener hijos menores.
- El cuidado de los niños.
- Pertenecer a una familia monoparental y tener rentas bajas
- Estar enfermo o no.
- Estar casada o viuda.
- Dedicar horas no remuneradas al cuidado de los niños
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